lunes, 15 de diciembre de 2008

Mi confrontación con la docencia

Como ya lo manifesté en uno de los foros anteriores, soy biólogo egresado de la Facultad de Ciencias de la UNAM y mi intención era ser investigador, primero con mamíferos marinos y, posteriormente, con virus fitopatógenos, titulándome con un tema relacionado con esta última línea de investigación, así como también, participé en el XIV Congreso Nacional de Fitopatología, celebrado en Morelia, Michoacán, en julio de 1987, con el trabajo “Detección Serológica (ELISA) del Virus Jaspeado del Tabaco en áfidos virulíferos”. Antes de titularme, trabaje unos meses en un programa de la Reforma Agraria como técnico fotoidentificador y, después de alcanzar el título, trabajé dos años y medio en LICONSA, como técnico muestreador.
Ambos empleos tenían una escasa relación con mi perfil de biólogo y todo ese tiempo me sentí a disgusto. A pesar de que tuve muy buenas oportunidades para iniciarme como investigador, una serie de problemas emocionales y de personalidad frustraron esta anhelada aspiración, agudizándose mi problema de alcoholismo que traía arrastrando desde temprana edad (a los 17 años tuve mi primer contacto con el alcohol).
A finales de 1990 fui liquidado de LICONSA. En plena crisis emocional y con una dependencia creciente hacia el alcohol, ingresé a la docencia en marzo de 1991 con ayuda de dos viejos y queridos profesores, en contra de mi voluntad y porque “no tenía de otra”.
Para mí, este acontecimiento fue un verdadero shock, pues cuando era estudiante universitario tenía un prejuicio hacia la docencia, pensaba que ser profesor era una profesión de pocos méritos intelectuales y que yo no merecía un trabajo así, mucho menos en Secundaria. “Más fácil cae un hablador que un ciego”. Mi soberbia se hizo añicos cuando por primera vez estuve frente a un grupo de 50 estudiantes de tercer grado de secundaria. Pensaba que mi sola presencia bastaría para que es@s jóvenes estuvieran atent@s y dispuest@s a recibir los conocimientos que yo, Licenciado en biología, les transmitiría. Lo que viví y sentí fue muy fuerte para mí, pues sólo ocho o 10 alumn@s de cada uno de los 10 grupos de segundo y tercer grado que me asignaron, para impartirles física y química (¡no biología!), me ponían atención, el resto del grupo, en plena pachanga.
Esos meses de marzo a julio para mí fueron fatales. Al finalizar el ciclo escolar decidí resueltamente no volver a poner un pie en una Escuela, buscaría trabajo de lo que fuera. Sin embargo . . . , ¡me quedé! En mi ser había una lucha interna: por un lado, no me aceptaba como profesor (ahora me doy cuenta que un prejuicio puede convertirse en un obstáculo que nos puede hacer infelices) y, al mismo tiempo, me sentía fuertemente atraído por esta profesión, para la cual empecé a tener una percepción más positiva a raíz de la “revolcada”, que por mi falta de preparación y exceso de soberbia, me propinaron es@s mis primer@s alumn@s. Entonces sentí una imperiosa necesidad de prepararme como profesor, pues quería hacer las cosas lo mejor posible.
Tengo ya 17 años trabajando en una secundaria en el turno vespertino y, a partir de 1992 ingresé, en el turno matutino, a mi primera escuela del nivel medio superior, el Colegio de Bachilleres, donde impartí Ecología. Posteriormente, presté mis servicios durante dos años en la Preparatoria Anexa a la Normal de Educadoras de Amecameca, Estado de México, como profesor de Biología, Anatomía e Higiene, Física y Química. En mayo de 1998 ingresé como docente en el CBTa No. 35, donde he impartido diversas materias como Biología, Ecología, Bioquímica, Biología Contemporánea, Física, Química, CTSyV1, Álgebra y Geometría y Trigonometría. Actualmente, trabajo en ambos turnos, en la mañana en el CBTa 35 y, en la tarde, en la Secundaria No. 44 de Tulyehualco, D. F.
A pesar de que fui generando conciencia acerca de la complejidad y la importancia de la profesión docente, en mis primeros siete años como profesor, debido a mis problemas emocionales y de alcoholismo, no me fue posible emprender una buena formación; esto ocurrió hasta que, hace ya casi 10 años, ingresé a una agrupación donde empecé a rehabilitarme como ser humano. A partir de entonces, empecé a sufrir una transformación en todos los ámbitos de mi vida y, naturalmente, empiezo a aceptarme como profesor y a amar el “oficio”. Como ya lo mencioné en los otros foros, en estos últimos años, por iniciativa propia, he participado en múltiples cursos, talleres, un posgrado y otras actividades académicas, como diseño e impartición de cursos, participación en ferias de ciencia y tecnología, filmación de clases modelo, etc.
Ahora pienso que ser profesor es un privilegio e implica un gran compromiso, más que cualquier otra profesión, pues en nuestras manos está la formación de los profesionistas de todas las áreas (médicos, ingenieros, músicos, actores, etc.) o, de manera general, la de los ciudadanos comunes que también tendrán un papel y una función en la sociedad, lo cual hace imprescindible, por parte de nosotros los docentes, una preparación y formación sólidas y que respondan a las exigencias que impone la educación de l@s jóvenes en el momento histórico (dinámico y cambiante) que nos ha tocado vivir.
Particularmente, ser profesor de educación media superior significa para mí aprender a trabajar en equipo con mis pares y desarrollar una serie de competencias docentes, que me permitan aportar un granito de arena en la formación integral de los jóvenes que, a mediano plazo, tenga un impacto en la transformación de nuestra sociedad tan corrompida y estancada por intereses mezquinos de algunos grupos de poder.
Los principales motivos de satisfacción que tengo al trabajar como docente de EMS, es el de sentirme útil y el sentir el agradecimiento de mis alumn@s y exalumn@s expresado de diversas maneras. Nada es más gratificante para mí que l@s estudiantes estén “atarpad@s” en la clase y participando activamente, para mí, ese es el mejor indicador de que tanto esfuerzo no está resultando inútil y que debo insistir y continuar en esa ruta, pues algunas veces llego a ser presa del desánimo cuando veo que todo este esfuerzo no lo aprecian las autoridades, para las cuales a veces siento que soy invisible, ya que, en cuanto a mi situación laboral, siento que no he sido reconocido.
Como quiera que sea, el principio de causalidad mencionado en las especificaciones de las actividades para esta segunda semana de trabajo de la Especialidad en Competencias Docentes, me hace reflexionar en torno a lo que mencioné en el párrafo anterior y, para no “caerme”, debo acordarme que fui sacado del “hoyo” de manera desinteresada y es así como yo tengo que trabajar: dando sin esperar nada a cambio, pues tal vez aún no sea mi tiempo. Solo debo estar agradecido por estar recibiendo una oportunidad más para vivir y ser útil a través de la docencia.

Mi aventura de ser docente

A leguas se puede apreciar que el texto “La aventura de ser maestro” no es producto del trabajo de un teórico de escritorio sino, más bien, creo que da cuenta de las propias experiencias docentes del maestro José Manuel Esteve; tan es así, que al leerlo me sentí reflejado, pues en muchos puntos del escrito me atrevería a decir que se están describiendo mis temores, frustraciones y ansiedades que he vivido a lo largo de mi trayectoria docente.
En lo personal, la lectura de este texto me ha resultado sumamente valiosa, sobre todo porque me aclara y afirma la idea de que yo, como docente, debo tener una identidad profesional, de lo contrario, tendré una imagen borrosa de mi mismo que se reflejará negativa e invariablemente en el aula, generándose un circulo vicioso de frustración, muy peligroso para la calidad de mi labor docente y para mi propia salud, tanto física como emocional.
Particularmente, yo no creo en aquella recomendación que algunos directivos suelen hacernos en ciertas reuniones de trabajo y que dice más o menos así: “Cuando entren al salón de clases, dejen fuera todos sus problemas”. Yo más bien considero que todo el tiempo vamos cargando nuestra propia historia la cual, a su vez, define nuestra identidad, nuestra forma de ser, de hacer y de pensar. De esta forma, la historia personal que cada quien tiene, va a tener un impacto sobre nuestro trabajo docente. Es decir, que si yo conservo ciertos rasgos negativos de mi personalidad (que son producto y parte de mi historia de vida) no dándoles la atención debida para trascenderlos, así como también, no he diseñado para mí un proyecto de vida que incluya como prioridad el involucrarme permanentemente en un proceso de formación profesional integral, entonces, me será imposible salir de ese círculo vicioso al que más arriba me he referido.
La lectura de este texto de José M. Esteve, me regala una gran esperanza: que me puedo repensar como profesor y, a partir de ahí, reconstruirme a través de elaborar mi identidad profesional, la cual, a su vez, me abrirá las puertas para dominar las técnicas básicas para ser un buen interlocutor, resolver el problema de la disciplina y adaptar los contenidos al nivel cognitivo del alumnado; condiciones fundamentales para que podamos generar un ambiente en el que realmente l@s jóvenes (y también el docente), construyan conocimientos y se transformen positivamente.

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LOS SABERES DE MIS ESTUDIANTES
Los grupos que atiendo en el CBTa No. 35 están cursando el quinto semestre de la carrera de Técnico Agropecuario, de tal manera que mis estudiantes no son tan duchos en el uso de las computadoras como sí lo son aquellos que cursan la carrera de Técnico en Informática quienes, de acuerdo con sus planes de estudio, cursan una serie de materias que les permiten utilizar los nuevos medios con un nivel más alto.
Por esta razón, la mayoría de mis estudiantes (un 85 %) utiliza la Internet como reservorio para obtener información, música, fotos y vídeo. Es decir, el uso que le dan a la red es muy limitado, pues a partir de la información que bajan crean presentaciones en Power Point, trabajos en Word y en Excel, sin embargo, rara vez comparten estas elaboraciones utilizando Internet, más bien las presentan ante el grupo como exposiciones o las entregan al profesor en forma impresa o en formato digital para ser evaluadas, sin más trascendencia.
Aproximadamente el 15 % de mis alumn@s utiliza la Internet como espacio social de acción individual y colectiva. Sin embargo, este uso también es muy limitado, ya que lo utilizan más bien para compartir archivos a través del correo electrónico, conversar por medio del chat, interactuar utilizando el Hi five, principalmente.
En general, mis estudiantes no utilizan la Internet como espacio para producir, compartir, colaborar, etc., pero están dispuestos a aprender a hacerlo y utilizarlo como estrategia para abordar algunos contenidos programáticos.
Después de discutir con mis estudiantes en torno a los beneficios de construir colectivamente una estrategia para aprovechar, en las actividades de aula, los saberes que poseen acerca del uso de la Internet, se acordó compartir dichos saberes (de manera presencial, por correo electrónico, etc.), de tal manera que se pudiesen realizar, de manera colaborativa, trabajos que impliquen el uso de la Internet para construir presentaciones, mapas conceptuales, ensayos y otras elaboraciones utilizando diversos programas, así como también, que dichas elaboraciones se pudiesen compartir pero sin quedarnos en ese nivel, sino para realizar diferentes tipos de proyectos colaborativos en los cuales se pongan en juego saberes, destrezas y actitudes que se integren y se encausen hacia el logro de objetivos comunes; por ejemplo, en la realización de un trabajo monográfico en torno a un tema específico, en la resolución de un problema, en un estudio de casos, etc. Del mismo modo, se podrían diseñar e implementar WebQuest, a través de cuya realización l@s estudiantes pudieran desplegar y desarrollar contenidos conceptuales, procedimentales y actitudinales, al mismo tiempo, ell@s tendrían la oportunidad de sugerir y proponer actividades atractivas y/o mejoras para eficientar estas herramientas de enseñanza aprendizaje en donde la Internet jugaría un papel preponderante.
Para llevar a cabo esta estrategia, se organizaría el grupo de tal manera que l@s estudiantes más expertos en el uso de la Internet ayudarían a sus compañer@s menos diestros a usar de una manera más completa este recurso, lo cual podría hacerse a través del correo electrónico, de modo que puedan compartirse información, sugerencias, explicaciones o algunas ligas para acceder a tutoriales que los ayuden a aprender en grupo el uso de la Internet como elemento potenciador de diversos aprendizajes. Quizá un medio más idóneo para lograr este objetivo sería la creación, ex profeso, de un Blog, a través del cual l@s estudiantes del grupo puedan “compartir y construir juntos al modo de la sociedad del conocimiento y el aprendizaje como propone Jordi Adell”; de esta forma, tendrían la oportunidad de interactuar no sólo entre ell@s y con el profesor, sino con otr@s estudiantes, profesores y expertos (de la misma Escuela, de otras escuelas del país, ¡de otros países!).
Y bueno…, pues en eso estamos.